Los León

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La Máquina

Ilustración de la portada por Patricio «Pato» Betteo

Hace unos días terminé de leer «La Máquina», de Antonio Malpica, y he estado rumiando muchas ideas. Como todas las novelas que me atrapan, tuve que seguir leyendo hasta terminarla, lo que pasó a las dos de la mañana de un domingo. Y es una novela que aunque publicada bajo el membrete de novela juvenil, creo que tiene más aristas y sombras de lo que esa etiqueta comercial presupone.

Si no han leido «La Máquina», consigan el libro ya. Pueden buscarlo  en El Sótano, en Santillana Una de las sorpresas fue leer que está en la cuarta reimpresión, el ejemplar que yo tengo no tiene la bonita portada de Betteo que se ve en las tiendas en línea, aunque le dan crédito como portadista. Es una novela no muy larga, escrita con lenguaje ameno y muy chilango, pero no tanto que quien no sea chilango no pueda entenderlo. Y a partir de aquí es posible que empiecen los spoilers, así que sobre advertencia no hay engaño.

A Toño se le puede reconocer un gran tema que aparece una y otra vez en sus novelas. Simplistamente es el «boy meets girl» pero especialmente en esta novela es una variación especial, porque el chico no tanto conoce al a chica como es arrasado por ella. Yo diría que el primer amor siempre nos toma por sorpresa y nos sobrepasa, y es así como se encuentra en esta novela, sobrepasando al protagonista. Pero está bien, porque no es el tema principal de la novela, como si lo es en otras novelas juveniles y adultas como puede ser «Ver pasar a los patos» o «Ulises 2300» o «Hacked by conejo». Hay mucho del protagonista de «Hacked…» o de Ulises en Chano, el protagonista de esta novela. De cierta manera, los protagonistas de Toño Malpica son uno sólo, en esa inexperiencia ante el mundo, en esas tremendas ganas de sobrepasar lo cotidiano y de encontrar lo extraordinario (casi siempre representado por alguna muchacha). Son protagonistas que son como cualquier lector pero siempre con cualidades que los hacen entrañables. Otra constante de la obra de Toño que se encuentra en «La Máquina» es el de la amistad a toda prueba entre personas dispares, la amistad que sobrepasa condición social y género. En La Máquina se dá entre Chano, el abuelo Tomassi y Sandra «la darky». Es una amistad que reconocemos en pocas lineas, que sabemos reconocer en nuestros propios amigos y que Toño destila genialmente con mínimos recursos narrativos, como en los duelos verbales entre el Abuelo y Chano o la repentina ternura (o agresividad) de Sandra.

El otro tema presente en las novelas de Toño es la fantasía. La Máquina que le dá título a esta novela es un genuino McGuffin y procede de un país de hadas y unicornios. Los seis capitanes de Todas las Cosas, que son seres que proceden de una alucinación y viven en una entelequia fantástica, pero es una entelequia que si es real precisamente porque el postulado es que en Todas las Cosas lo que es real es lo que puede imaginárse. Encuentro que este tipo de fantasía es quizás la voz más característica de Toño, la identifico con el ángel guardian de «Billie Luna Galofrante», donde Dizzie Gillespie reencarna en un contador de la Narvarte, resuena como resuenan los pasajes más mágicos de «A donde no conozco nada» o «Por el Color del Trigo». Los Capitanes, Todas las cosas, el Unicornio, me llevan a pensar justamente en El principito o en Isak Dinesen, en la irrupción de lo maravilloso en lo cotidiano, en que la única utilidad de la magia es anclarnos en lo real, hacernos encontrar nuestra vocación como artistas del grafiti o nuestro amor verdadero en el patio de la secundaria.

Y finalmente está La Maquina de las mil posibilidades, una especie de Gato de Schrödinger en el que la voluntad puede cambiar al mundo pero solo si al usar la máquina estamos seguros de que la máquina funciona. Las implicaciones filosóficas de este artefacto narrativo tan maravilloso son lo que me han hecho escribir esta larga y entusiasta reseña. En un retorcimiento del fatalismo clásico, la novela termina con un cuestionamiento clásico: Todo lo que hicimos, las decisiones que tomamos, determinan nuestro futuro, y si tuvieramos un artefacto que nos puede dar la oportunidad de cambiar algo que decidimos en el pasado ¿lo usariamos, sabiendo que quizás ese cambio cancelaría ese momento en el cual podemos usar la máquina? ¿Es realmente libre el libre albedrío si no podemos cambiar lo que hicimos en el pasado y lo que hicimos en el pasado es lo que determina nuestro futuro? Si sabemos que vamos a morir ¿vale la pena engañar a la muerte, si tener más tiempo de vida no significa que realmente vamos a vivir?

Esa es la última constante de las novelas de Toño. La moraleja de que la vida es para vivirla, para estar con los amigos, para maravillarse con las cosas que pasan todos los días, para reir, para besar a la niña que nos gusta y que nos gustaba desde siempre y que aunque no esté con nosotros siempre nos gustará y siempre estará presente en todos los besos que le demos a las posibles niñas que vendrán en el futuro.

Como el Abuelo de Chano supo al final de la novela, uno puede vivir de verdad en tres meses después de haber pasado décadas de cuasi-vida, pero esas décadas son el origen de esos tres meses, y no puede ser de otra manera.

Toda mi admiración para Toño Malpica, de quien me declaro lector fanático, y mi agradecimiento por «La Máquina», por haber creado en tan pocas páginas una reflexión tan profunda de lo que es la vida, la muerte y el destino.

Y si estuviera junto a mi, le daría un abrazo tipo Capitán de Todas las Cosas,  a mi comandante Malpica…

La Máquina – Antonio Malpica, Edit. Santillana (2013) Colección Alfaguara Juvenil Serie Roja, México D.F. ISBN 978-9929-679-19-1

Lo cierto es que quise, al interior de este libro, dejar en claro que la fantasía bien puede tomar el control y arrasar por completo con lo que tenga que arrasar, al modo de los huracanes, que de gentiles no tienen nada. Literariamente hablando, claro. Es uno de los textos que más he disfrutado porque apelan a la complicidad total del lector. – A. Malpica, en su web «Galofrando»